OTRA VEZ EL CHANCHO ARRIBA DE LA CARRETILLA
En primer lugar, nobleza obliga, así que debemos agradecerle al señor Lanata que
por lo menos haya dejado de llamar “Comunicado de La Cámpora” a
cualquier reflexión que hagamos por escrito en nuestra página. Ahora le
dice panfleto y eso nos gusta mucho más.
Por ese gesto tan conmovedor hacia nosotros de su parte, vamos a
devolverle dos. Primero vamos a perdonarle que jamás ponga el link de
nuestra página, cosa que nadie vea en ella todas las actividades que
hacemos los que usted llama, seguramente con cariño, “los
revolucionarios de oficina”. En segundo lugar, vamos a hacerle el favor
que tan amablemente nos pide en su última columna en el Diario Clarín:“A favor de no desaprovechar espacio encontré una forma de resumir el artículo del sábado pasado:
Deuda Pública 2001: 144.500 millones de dólares.
Deuda Pública 2013: 240.000 millones de dólares.
Por favor, que La Cámpora explique cómo fue que nos desendeudamos”.
Procedemos entonces a explicarle a continuación, cómo fue que en los últimos 10 años nos desendeudamos, señor Lanata. Solo le vamos a pedir que preste atención porque no es la primera vez que se lo explican y ya empezamos a sospechar que su problema no sea cognitivo sino de intereses.
Su primer error es ver la deuda en términos absolutos. Si lo piensa un segundo, la cantidad de plata que debíamos en el 2001 representaba más del doble de nuestro PBI. Más específicamente, en el año 2002, en el que se decidió dejar de pagar, la deuda pública representaba un 166% de nuestro producto. Hoy, después de la reestructuración, representa el 44%. Por lo tanto, pasar del 166% al 44% es desendeudamiento. Y eso es bueno para el país, señor Lanata.
Usted dirá “me importa un carajo el porcentaje”. No se enoje tanto y escuche un poco más.
El porcentaje del PBI que la deuda signifique es muy importante. Si no vea: Supongamos que alguien le presta a usted $10.000. Esa suma no le resulta muy grande a alguien que cobra mensualmente diez veces más. Usted sabe que puede cancelarla cuando quiera. En cambio, si alguien debiera la misma cantidad de plata pero no cobrara lo mismo que usted, eso sí que sería un problema.
Por eso en todo el mundo, cuando hablan del problema del endeudamiento y los condicionamientos que este genera en las políticas de cada país, la relación entre la deuda y el producto bruto es tan importante. Porque el “problema” de las deudas es en verdad la capacidad de pago del deudor y la capacidad de extorsión del acreedor.
Eso nos lleva a otra confusión en la que usted y los periodistas de Clarín recaen insistentemente. No es lo mismo deberle plata a un pariente que le prestó unos mangos que a un prestamista usurero. Aunque usted pretenda pagar las dos deudas, siempre sabe que el pariente no va a recurrir a la extorsión, ni al embargo, ni a las amenazas con un ejército de cuervos de corbata y maletines, si tuviera complicaciones para pagar algún mes.
Lo mismo pasa con el tipo de acreedores que teníamos antes y que tenemos ahora. En efecto, el término deuda es amplio: en primer lugar, abarca a la deuda del Estado pero también a la deuda de las empresas e individuos privados. La que suele observarse con más detalle es la deuda pública. En segundo lugar, la deuda puede ser en pesos o en moneda extranjera. Lo que se debe en pesos es menos “peligroso” que lo que se debe en dólares o euros, porque el país tiene la capacidad de emitir su propia moneda, pero la moneda extranjera debe conseguirla a través el comercio o los créditos.
Por último, y volviendo al ejemplo del pariente y el usurero, el Estado puede deberle a los privados o a otros organismos del propio Estado, como la banca pública o el banco central. Obviamente, la deuda del Estado con los privados es más difícil de renegociar en caso de dificultades. Cuando la Presidenta se refiere a la deuda suele subrayar, correctamente, que la deuda con los privados en moneda extranjera ronda el 10% del PIB. En 2002 la deuda tomada con la misma definición representaba cerca del 95% del producto. Sí, Lanata, de nuevo: desendeudamiento.
Lo que pasa es que usted intenta equiparar la deuda total del Estado con la deuda pública en moneda extranjera, es decir, con la parte de la deuda de Argentina contraída con privados en dólares. Este último indicador –que por el desendeudamiento alcanza hoy un mínimo de 10% del PIB- es el que se utiliza mundialmente cuando se analiza la sostenibilidad financiera de una nación, porque, claro está, siempre es más fácil administrar y, de ser necesario, refinanciar la deuda nominada en pesos o la que el gobierno central mantiene con otras dependencias públicas. Cuando en 2001 Argentina cayó en el abismo del default, después de cuatro décadas de endeudamiento externo explosivo, lo que precipitó la caída fue precisamente su elevado endeudamiento con el sector privado en moneda extranjera. Es por eso que reemplazar deuda en dólares por deuda en pesos y deuda con privados por deuda con organismos públicos representa por en sí mismo un avance en la soberanía económica del país.
Pero como casi siempre ocurre en materia económica, las confusiones recurrentes suelen ocultar, en realidad, posiciones ideológicas inconfesables. Como cuando usted dice cosas como: “Argentina pagó deuda pero no lo hizo con dólares propios, de los que carecía, sino que tomó dólares prestados del Banco Central”. O alguno de sus jefes de Clarín repiten “Le pagó al Fondo Monetario pero le quedó debiendo al Banco Central un aproximado de 68.000 millones, por lo tanto la deuda no disminuyó, sino que cambió de acreedor. También se endeudó con la ANSeS, que absorbió los bonos que estaban en manos de las AFJP con la estatización del sistema, y con el Banco Nación, sumando más de 32.000 millones de dólares de deuda”.
Entre los dogmas más recalcitrantes de la ortodoxia económica –y de la derecha política- se encuentra el que inspira esta presunta denuncia suya y de sus jefes: la defensa incondicionada de la llamada “independencia” del Banco Central. Todo el mundo sabe que el Banco Central, la ANSeS y el Banco Nación son organismos públicos con finalidades muy precisas y específicas, que los obligan a tener sus propias políticas, sus propios criterios de decisión y sus autoridades respectivas. Pero, del mismo modo, todo el mundo sabe que los tres organismos forman parte del Estado Argentino. No son, como pretende usted y los que gobernaron el país hasta el 2003, organismos privados ni de otro país. ¿A qué se refiere cuando sostiene que Argentina pagó deuda “con dólares que no son propios SINO del Banco Central”? Nos preguntamos: ¿los dólares del Banco Central, Sr. Lanata, de quién son sino son de Argentina?
Esta confusión proviene de una posición ideológica definida: cuando la derecha sostiene que el Banco Central es independiente lo que en realidad está diciendo es que debe comportarse como si fuera un organismo privado para responder exclusivamente a los intereses del sector financiero y no del Estado que representa a los cuarenta millones de argentinos. Para ustedes, al parecer, todos los recursos acumulados en el Banco Central, en el Banco Nación y en la ANSeS sólo pueden prestarse legítimamente al sector privado. Es por eso que pusieron el grito en el cielo y pronosticaron las más terribles catástrofes cuando se estatizaron las AFJP para darle los fondos a la ANSeS y cuando se reformó la carta orgánica del Banco Central. ¿Será porque mientras ahora la ANSeS financia proyectos productivos y viviendas Procrear, las AFJP de los bancos privados usaban los fondos de los jubilados se transferían al diario Clarín y a otras grandes empresas que hicieron gigantescos negocios?
Para concluir, debería saber Lanata que a lo largo y ancho del planeta los Bancos Centrales, la banca pública y los fondos de pensión prestan habitualmente dinero a sus respectivos gobiernos. Prestan también al sector privado, pero sin renunciar a su función primaria de financiar al sector público.
Incluso, hay veces que los organismos públicos REGALAN plata en forma de subsidios cuando es importante que alguna actividad que carece de posibilidades materiales pueda ser desarrollada en función de un interés social o cultural. Es el caso, por ejemplo, de la industria cinematográfica. Más específicamente el subsidio que el INCAA le otorgó a la película que hizo usted, señor Lanata, sobre la deuda en el 2004. Se olvidó de denunciar esto en su programa. De todas formas, puede despreocuparse porque no la tiene que devolver porque la sociedad entera ya se la regaló.
Y no se emocione mucho con estas respuestas, por que en realidad no le respondemos a usted, que al fin y al cabo pone la cara o firma las notas, solo eso, nada más.
PD: La deuda la generaron los que usted apoya para el 2015. Muchos de nosotros leímos sus libros de historia Argentinos 1 y 2. Eran otros tiempos. Pasó el tiempo y gracias a este proyecto político que usted defenestra día a día, volvimos a leer a los historiadores olvidados a los que “tomó como fuente” con beneficio de inventario para vender libros de historia. Quizás en una Argentina devastada culturalmente parecía cool e inteligente (si hasta Grondona parecía progresista y la Alianza venia a cambiar el país). En esta, usted es lo que se ve, solo un sponsor, el más débil ja.
Desde ya, un fuerte abrazo
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