FUENTE: http://www.lacampora.org/2013/09/08/otra-vez-el-chancho-arriba-de-la-carretilla/
OTRA VEZ EL CHANCHO ARRIBA DE LA CARRETILLA
[8 septiembre 2013]
En primer lugar, nobleza obliga, así que debemos agradecerle al señor Lanata que
por lo menos haya dejado de llamar “Comunicado de La Cámpora” a
cualquier reflexión que hagamos por escrito en nuestra página. Ahora le
dice panfleto y eso nos gusta mucho más.
Por ese gesto tan conmovedor hacia nosotros de su parte, vamos a
devolverle dos. Primero vamos a perdonarle que jamás ponga el link de
nuestra página, cosa que nadie vea en ella todas las actividades que
hacemos los que usted llama, seguramente con cariño, “los
revolucionarios de oficina”. En segundo lugar, vamos a hacerle el favor
que tan amablemente nos pide en
su última columna en el Diario Clarín:
“A favor de no desaprovechar espacio encontré una forma de resumir el artículo del sábado pasado:
Deuda Pública 2001: 144.500 millones de dólares.
Deuda Pública 2013: 240.000 millones de dólares.
Por favor, que La Cámpora explique cómo fue que nos desendeudamos”.
Procedemos entonces a explicarle a continuación, cómo fue que en los
últimos 10 años nos desendeudamos, señor Lanata. Solo le vamos a pedir
que preste atención porque no es la primera vez que se lo explican y ya
empezamos a sospechar que su problema no sea cognitivo sino de
intereses.
Su primer error es ver la deuda en términos absolutos. Si lo piensa
un segundo, la cantidad de plata que debíamos en el 2001 representaba
más del doble de nuestro PBI. Más específicamente, en el año 2002, en el
que se decidió dejar de pagar, la deuda pública representaba un 166% de
nuestro producto. Hoy, después de la reestructuración, representa el
44%. Por lo tanto, pasar del 166% al 44% es desendeudamiento. Y eso es
bueno para el país, señor Lanata.
Usted dirá
“me importa un carajo el porcentaje”. No se enoje tanto y escuche un poco más.
El porcentaje del PBI que la deuda signifique es muy importante. Si
no vea: Supongamos que alguien le presta a usted $10.000. Esa suma no le
resulta muy grande a alguien que cobra mensualmente diez veces más.
Usted sabe que puede cancelarla cuando quiera. En cambio, si alguien
debiera la misma cantidad de plata pero no cobrara lo mismo que usted,
eso sí que sería un problema.
Por eso en todo el mundo, cuando hablan del problema del
endeudamiento y los condicionamientos que este genera en las políticas
de cada país, la relación entre la deuda y el producto bruto es tan
importante. Porque el “problema” de las deudas es en verdad la capacidad
de pago del deudor y la capacidad de extorsión del acreedor.
Eso nos lleva a otra confusión en la que usted y los periodistas de
Clarín recaen insistentemente. No es lo mismo deberle plata a un
pariente que le prestó unos mangos que a un prestamista usurero. Aunque
usted pretenda pagar las dos deudas, siempre sabe que el pariente no va a
recurrir a la extorsión, ni al embargo, ni a las amenazas con un
ejército de cuervos de corbata y maletines, si tuviera complicaciones
para pagar algún mes.
Lo mismo pasa con el tipo de acreedores que teníamos antes y que
tenemos ahora. En efecto, el término deuda es amplio: en primer lugar,
abarca a la deuda del Estado pero también a la deuda de las empresas e
individuos privados. La que suele observarse con más detalle es la deuda
pública. En segundo lugar, la deuda puede ser en pesos o en moneda
extranjera. Lo que se debe en pesos es menos “peligroso” que lo que se
debe en dólares o euros, porque el país tiene la capacidad de emitir su
propia moneda, pero la moneda extranjera debe conseguirla a través el
comercio o los créditos.
Por último, y volviendo al ejemplo del pariente y el usurero, el
Estado puede deberle a los privados o a otros organismos del propio
Estado, como la banca pública o el banco central. Obviamente, la deuda
del Estado con los privados es más difícil de renegociar en caso de
dificultades.
Cuando la Presidenta se refiere a la deuda suele subrayar,
correctamente, que la deuda con los privados en moneda extranjera ronda
el 10% del PIB. En 2002 la deuda tomada con la misma definición
representaba cerca del 95% del producto. Sí, Lanata, de nuevo:
desendeudamiento.
Lo que pasa es que usted intenta equiparar la deuda total del Estado
con la deuda pública en moneda extranjera, es decir, con la parte de la
deuda de Argentina contraída con privados en dólares. Este último
indicador –que por el desendeudamiento alcanza hoy un mínimo de 10% del
PIB- es el que se utiliza mundialmente cuando se analiza la
sostenibilidad financiera de una nación, porque, claro está, siempre es
más fácil administrar y, de ser necesario, refinanciar la deuda nominada
en pesos o la que el gobierno central mantiene con otras dependencias
públicas. Cuando en 2001 Argentina cayó en el abismo del default,
después de cuatro décadas de endeudamiento externo explosivo, lo que
precipitó la caída fue precisamente su elevado endeudamiento con el
sector privado en moneda extranjera. Es por eso que reemplazar deuda en
dólares por deuda en pesos y deuda con privados por deuda con organismos
públicos representa por en sí mismo un avance en la soberanía económica
del país.
Pero como casi siempre ocurre en materia económica, las confusiones
recurrentes suelen ocultar, en realidad, posiciones ideológicas
inconfesables. Como cuando usted dice cosas como:
“Argentina pagó
deuda pero no lo hizo con dólares propios, de los que carecía, sino que
tomó dólares prestados del Banco Central”. O alguno de sus jefes de Clarín repiten
“Le
pagó al Fondo Monetario pero le quedó debiendo al Banco Central un
aproximado de 68.000 millones, por lo tanto la deuda no disminuyó, sino
que cambió de acreedor. También se endeudó con la ANSeS, que absorbió
los bonos que estaban en manos de las AFJP con la estatización del
sistema, y con el Banco Nación, sumando más de 32.000 millones de
dólares de deuda”.
Entre los dogmas más recalcitrantes de la ortodoxia económica –y de
la derecha política- se encuentra el que inspira esta presunta denuncia
suya y de sus jefes: la defensa incondicionada de la llamada
“independencia” del Banco Central.
Todo el mundo sabe que el Banco
Central, la ANSeS y el Banco Nación son organismos públicos con
finalidades muy precisas y específicas, que los obligan a tener sus
propias políticas, sus propios criterios de decisión y sus autoridades
respectivas. Pero, del mismo modo, todo el mundo sabe que los tres
organismos forman parte del Estado Argentino. No son, como pretende
usted y los que gobernaron el país hasta el 2003, organismos privados ni
de otro país. ¿A qué se refiere cuando sostiene que Argentina pagó
deuda “con dólares que no son propios SINO del Banco Central”? Nos
preguntamos: ¿los dólares del Banco Central, Sr. Lanata, de quién son
sino son de Argentina?
Esta confusión proviene de una posición ideológica definida:
cuando
la derecha sostiene que el Banco Central es independiente lo que en
realidad está diciendo es que debe comportarse como si fuera un
organismo privado para responder exclusivamente a los intereses del
sector financiero y no del Estado que representa a los cuarenta millones
de argentinos. Para ustedes, al parecer, todos los recursos acumulados
en el Banco Central, en el Banco Nación y en la ANSeS sólo pueden
prestarse legítimamente al sector privado. Es por eso que pusieron el
grito en el cielo y pronosticaron las más terribles catástrofes cuando
se estatizaron las AFJP para darle los fondos a la ANSeS y cuando se
reformó la carta orgánica del Banco Central.
¿Será porque mientras ahora
la ANSeS financia proyectos productivos y viviendas Procrear, las AFJP
de los bancos privados usaban los fondos de los jubilados se transferían
al diario Clarín y a otras grandes empresas que hicieron gigantescos
negocios?
Para concluir, debería saber Lanata que a lo largo y ancho del
planeta los Bancos Centrales, la banca pública y los fondos de pensión
prestan habitualmente dinero a sus respectivos gobiernos. Prestan
también al sector privado, pero sin renunciar a su función primaria de
financiar al sector público.
Incluso, hay veces que los organismos públicos REGALAN plata en forma
de subsidios cuando es importante que alguna actividad que carece de
posibilidades materiales pueda ser desarrollada en función de un interés
social o cultural. Es el caso, por ejemplo, de la industria
cinematográfica. Más específicamente el subsidio que el INCAA le otorgó a
la película que hizo usted, señor Lanata, sobre la deuda en el 2004. Se
olvidó de denunciar esto en su programa. De todas formas, puede
despreocuparse porque no la tiene que devolver porque la sociedad entera
ya se la regaló.
Y no se emocione mucho con estas respuestas, por que en realidad no
le respondemos a usted, que al fin y al cabo pone la cara o firma las
notas, solo eso, nada más.
PD:
La deuda la generaron los que usted apoya para el 2015. Muchos
de nosotros leímos sus libros de historia Argentinos 1 y 2. Eran otros
tiempos. Pasó el tiempo y gracias a este proyecto político que usted
defenestra día a día, volvimos a leer a los historiadores olvidados a
los que “tomó como fuente” con beneficio de inventario para vender
libros de historia. Quizás en una Argentina devastada culturalmente
parecía cool e inteligente (si hasta Grondona parecía progresista y la
Alianza venia a cambiar el país). En esta, usted es lo que se ve, solo
un sponsor, el más débil ja.
Desde ya, un fuerte abrazo