martes, 6 de octubre de 2009

EL COLLAR



Esto ocurrió en el Chaco, en medio de la selva, entre talas y ñandubays tan altos que se hablan con las nubes. Los monos, libres vivían alegremente, comiendo las frutas de los árboles. Pero un día, un mono grande y fuerte, reuniéndolos, les habló así:
- Yo soy el jefe de todos. Desde hoy, cada uno de ustedes tiene que usar esto.
Y les puso un collar de cuero en el que estaba escrito su nombre.
Los demás monos se pusieron el collar y volvieron a los árboles. Pero no faltó mucho para que otro mono los reuniera y les hablara así:
- Monos, si me reconocéis a mi por jefe, en lugar de un collar de cuero usaréis uno de plata. Miradlos cómo brillan y qué pesados son.
Los monos tiraron los collares de cuero y se pusieron los de plata. Pero cuando quisieron volver a los árboles, el nuevo jefe les dijo:
- ¿Dónde van? ¿A los árboles? ¡No! Ahora tienen que trabajar medio día. Es preciso pagar.
Y los monos ya no pudieron volver libremente a gozar la felicidad de vivir a su arbitrio entre los árboles, subiendo por ellos hasta sentir la caricia de las nubes.
Algunos protestaron. El nuevo jefe los molió a golpes.
Así pasó un tiempo. Y ocurrió que presentose otro con pretensiones de jefe. Exhibió nuevos collares, collares de oro, de brillantísimo oro.
Y los monos, tirando sus collares de plata se pusieron los de oro y proclamaron al nuevo jefe.
Trabajaron el medio día, pero cuando quisieron volver a los árboles, el nuevo jefe lo impidió:
- ¡No! El collar de oro no es lo mismo que el de plata. ¡Cuesta el doble" ¡Y es preciso pagarlos! ¡Hay que trabajar todo el día!
Algunos rezongaron y el jefe de los collares de oro, igual que el de los collares de plata, los molió a golpes.
Pasó un tiempo más largo. Los monos ahora solo subían a los árboles de noche, pero tan cansados, que no podían gozar la antigua felicidad de trepar por ellos, saltar de rama en rama, mecerse cogidos por la cola... Les faltaba alegria para hacer esto.
Una mañana un grito de triunfo los despertó. Bajaron, vieron a un mono grande y fuerte y, a sus pies, estrangulado, al jefe, el dueño de los collares de oro.
Los monos comenzaron a gritar: ¡Viva! ¡Viva el nuevo jefe!. Pero éste protestó:
- ¡Yo no soy jefe!. Si he matado al jefe es para que no tengamos ninguno. ¿Qué necesidad tenemos de jefe?. ¡Volvamos a los árboles, a la libertad! ¿Qué necesidad tenemos de trabajar para pagar collares? ¡No usemos collares! ¡A ver, todos, vengan! ¡Sáquense los collares y vamos a tirarlos al río!
Los monos protestaron. No quisieron deshacerse de los collares. Los hallaban bellos. Y volvieron a los árboles, a la antigua libertad, a la felicidad de comer los frutos que los árboles ofrecían pródigos, pero sin quitarse los collares de oro.
Transcurrió muy poco tiempo. Y pronto un nuevo jefe enorme y fuertísimo se presentó, amenazante. Y los monos se le sometieron y retornaron al trabajo, a la fatiga, a la tristeza.
Porque es fácil someter a seres que hallan bello su collar de oro.

El 20 de junio de 1889 nació en la ciudad de La Plata el escritor argentino que, aunque fue bautizado como Arístides Gandolfi Herrero, quedó en la historia de la literatura como Alvaro Yunque, el seudónimo que había elegido para firmar sus obras.

Alvaro YunqueAños más tarde, ya con la familia instalada en Buenos Aires, el futuro autor ingresó al Colegio Nacional Central y, en 1908, comenzó a cursar la carrera de Arquitectura en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Tras mucho tiempo dedicado a la formación académica en ese ámbito, Gandolfi Herrero decide abandonar esos estudios y comenzar a sumar experiencia en el área periodística.

Así fue como, en 1922, se suma como colaborador al diario anarquista “La Protesta” y participa como director del suplemento literario del periódico socialista “La Vanguardia” y de la revista “Rumbo”. Por ese entonces, también militó desde el periodismo en “Campana de Palo”, “Claridad” y “Los Pensadores”.

Dos años después, el argentino debutó como escritor con “Versos de la calle”, su primer libro publicado y sumó a su trayectoria colaboraciones para los diarios “La Nación”, “Crítica”, “La Prensa” y diversos medios uruguayos, de Rosario y de La Plata.

“Zancadillas”, “Barcos de papel”, “Nudo corredizo”, “Espantajos”, “Ta-te-ti”, “Bichofeo”, “Los animales hablan”, “Descubrimiento del hijo”, “Cobres de dos centavos”, “Poemas gringos”, “La O es redonda”, “Tutearse con el peligro”, “La barra de siete ombúes”, “El amor sigue siendo niño”, “La poesía dialectal porteña” y “Hombres en las Guerras de las Pampas” son algunos de los títulos que conforman la extensa obra literaria de este reconocido autor que sufrió la censura en épocas de dictadura argentina, periodo en el cual sus libros fueron prohibidos y quemados.

Alvaro Yunque, quien fuera distinguido en 1979 con el Gran Premio de Honor por la Sociedad Argentina de Escritores, falleció el 8 de enero de 1982 en Tandil, provincia de Buenos Aires.

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