martes, 9 de marzo de 2010

LAS MUJERES ARGENTINAS Y LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA

En 1945 se creó, dentro de la Secretaría de Trabajo y Previsión, una Dirección de Trabajo y Asistencia a la Mujer y en ese ámbito se había formado una Comisión Pro Sufragio Femenino. A mediados del siglo XX resultaba anacrónica la marginación cívica de un alto porcentaje de habitantes de nuestro país.
Desde algunos sectores, la Asamblea Nacional de Mujeres, la escritora Victoria Ocampo (su fundadora) instaba a “no aceptar dócilmente” el otorgamiento del voto por decreto “de manos del gobierno de facto”.
Ya Perón en el gobierno, en setiembre de 1946, Evita llevó al Congreso un proyecto. El Senado había dado su aprobación pero cuando se debió debatir en Diputados comenzaron las dilaciones:
El 3 de setiembre de 1947 se solicitó el tratamiento inmediato del proyecto. “El diputado Colom tuvo que salir a la calle para explicarles que había fracasado en su intento, que la culpa la tenían los opositores” porque durante la sesión, después de un homenaje a Alberdi y a Sarmiento, la bancada radical planteó una cuestión de privilegio por una agresión recibida en un encuentro partidario en Plaza Italia. La Cámara votó el pase a comisión y frustró el tratamiento del proyecto.
Eduardo Colom pidió que se atendiera el reclamo de 50.000 mujeres que esperaban en las afueras del Congreso. El diputado radical Baulina negó el apoyo de la UCR. Oscar Albrieu apoyó a Colom en nombre del bloque peronista. Ricardo Balbín (UCR) apoyó a su correligionario y se votó pasar la fecha de tratamiento del proyecto para el 9 de ese mes, a fin de tratar el tema “con mayor profundidad”. La cámara votó esta propuesta. De este modo la Cámara burlaba las expectativas de las miles de mujeres que se habían ubicado frente al Congreso.

El 9 de setiembre Evita acude a presenciar el debate. El presidente Guardo abrió la sesión especial, se leyeron los proyectos enviados por el Senado, los despachos por mayoría y minoría de la Comisión de Asuntos Constitucionales. Luego del debate, el diputado Decker mociona por su cierre por lo que se vota en general por unanimidad de los presentes y en particular artículo por artículo. Entrada la noche el proyecto se había convertido en ley. Una de las modificaciones que quería introducir la oposición era que el voto no fuera obligatorio sino optativo, las razones? Que no contemplaba las condiciones de la “realidad argentina”…
El sencillo texto de la ley de apenas 7 artículos resume que las mujeres obtenían los mismos derechos políticos que los hombres, lo mismo a las extranjeras residentes en el país a las cuales regiría la misma ley electoral. Se creó un documento cívico para los actos electorales y para identidad, se estableció la confección del padrón, y se hicieron aclaraciones sobre disposiciones de carácter militar que no regirían para las mujeres.

Es importante acceder a los argumentos de alguno de los que obstruyeron la realización de las sesiones como es el caso del diputado Reynaldo Pastor, representante de San Luis por el Partido Demócrata Nacional: “La masa de mujeres que habita en toda la inconmensurable extensión de nuestro territorio nacional se divide en forma bien definida, en lo referente a esta materia, en tres categorías. Están las mujeres que desean vehementemente el ejercicio del derecho del voto, que sienten la pasión por el combate político, que siguen permanentemente todos los movimientos de nuestros partidos, todas sus manifestaciones … Es decir que están las mujeres que quieren conquistar lo más inmediatamente posible el derecho de actuar activamente en política, el de inscribirse en los padrones cívicos, el derecho a votar en los comisiones, el de elegir y ser elegidos. No son las más. Están las mujeres que repudian en lo íntimo de su ser toda actividad política, que creen y tienen conciencia de que ese género de actividad les va a traer una preocupación perturbadora para su vida diaria y para su tranquilidad y algunas hasta vislumbran peligros graves para la unidad de la familia y para la paz del hogar. Esas son las mujeres –y son muchas- que no reclaman el derecho del ejercicio del voto, que no quieren ejercer ese derecho y que desean que si sanciona una ley para satisfacer las aspiraciones muy legítimas, de las que quieren el derecho del voto, no se lo sancione con carácter obligatorio, es decir, obligándolas a ejercer un derecho que no reclaman y que no quieren. Y está también un sector ponderable de mujeres que son el material plástico para el futuro, que son las mujeres que constituyen la masa susceptible de una evolución futura. En ese sentido, a ellas también les puede satisfacer una ley que no haga obligatorio el ejercicio del derecho del voto, pero sí, que en el momento que evolucionen o dejen de pensar eso, les permita incorporarse a una u otra de las corrientes que he señalado”.
Paternales preocupaciones del diputado Pastor quien, además, practicaba un prejuicio político y social muy marcado, cuando seguía diciendo: “Si nosotros tratamos de reconocer como muy legítima, muy justa y muy necesaria la aspiración de las mujeres que quieren ejercer derechos políticos, concurrir a comicios e incorporarse al aluvión de las agitaciones y de las pasiones políticas, en cuanto a las mujeres que no quieren incorporarse a ese aluvión, que prefieren la tranquilidad y la paz de la vida hogareña, que prefieren conservar el sello de femineidad que es necesaria para su espíritu y para su vida ¿con qué derecho les vamos a impedir que puedan realizar sus aspiraciones sobre todo cuando podemos satisfacer sus anhelos sin herir ni perjudicar las aspiraciones de las que apoyan la ley del voto femenino?”.
Y no paraba ahí la “preocupación” del diputado Pastor, a quien el trabajo de menores le parecía natural y necesario en tanto “defendía” el derecho de la mujer a no conocer otras posibilidades en tanto que “advertía” todas las “tragedias” que podían ocurrirles a aquellas que desearan participar de una realidad para modificarla: “Conozco la vida de nuestro medio social en toda la inconmensurable extensión de sus cuatro rumbos cardinales. Yo se que hay muchas mujeres aisladas en la campaña argentina, a muchas leguas de los lugares de población, que son los lugares de realización de los comicios; que hay mucha mujer que vive incorporada a una vida de lucha y de sacrificio, a la par que su compañero, a veces con hijos pequeños que también participación desde muy chicos del trabajo rural. Yo se que a toda esa mujer, a la que se va a obligar a concurrir a inscribirse en el respectivo padrón cívico y que en cada proceso electoral deberá abandonar su hogar en las mismas condiciones que el hombre, se le van a crear situaciones que difícilmente va a poder resolverlas y que a veces se van a traducir en tragedias. Yo pregunto a los señores diputados, cuando en plena campaña argentina, en un pequeño rancho que azotan todos los días los vientos, con un pequeño capital creado, en el cual, mientras el hombre maneja la mancera del arado o campea sus animales en plena selva, la mujer atiende a sus pequeñuelos, contribuye a tares como la de dar agua al pequeño rebaño, preparar la comida para todos, cuidar de sus chicos para que no corran ningún riesgo, qué hacemos nosotros cuando obligamos a que esa mujer se traslade junto con su marido a una cantidad de leguas para dar su voto, qué hace cuando no puede trasladarse durante dos, tres o cuatro días, como ocurre en muchas partes del país, porque tienen que hacerlo la víspera de un comicio, quedarse el día del comicio, regresar al día siguiente sin tener un lugar donde alojarse o teniendo que dormir al raso como el hombre. Todo eso haciendo abstracción absoluta de los fenómenos fisiológicos a que está sometida la mujer y a los que no está sometido el hombre…” El único fenómeno naturalmente conservador en el Congreso era el diputado Pastor a quien no se le ocurría ninguna medida para evitar, justamente, los padecimientos que utilizaba en sus argumentos, un verdadero papelón por otra parte.
Pero el verborrágico Pastor adolecía de incontinencia verbal y, tarde esa noche, seguía manifestando la preocupación que tenía por la participación de la mujer en la política: “estamos sancionando una ley de voto femenino sin tener un solo antecedente, ni una información sobre las consecuencias y la gravitación que este hecho va a tener en la vida nacional. No sabemos ni aproximadamente el número de mujeres que están en condiciones de inscribirse obligatoriamente en los padrones, no sabemos en qué forma se distribuyen esas mujeres, ni en qué medida pueden cambiar la organización y composición de este propio cuerpo, y si no se trata de una ley destinada a producir fenómenos que ya hemos palpado en la vida nacional y que han traído consecuencias desagradables en la solución de problemas fundamentales de la nación”.
Y finalizaba con un llamamiento sentimental: “pero a mi juicio es fundamental para el mantenimiento de la unidad de la familia argentina. El ejercicio de la actividad política, las pasiones que agitan en cada una de las campañas a todos los que participan de ellas, los enconos que se provocan y que perduran largamente, ¡todo eso no es, acaso, un factor desintegrante de un hogar cuando por razones temperamentales del hombre o de la mujer se hace peligrosa la decisión de esos problemas dentro de la vida hogareña? ¿es, acaso, el pensamiento del Estado superior a la conciencia que tiene una mujer de que ese peligro la amenaza si ella entra en actividades políticas y si debe ejercer por obligación de una ley el ejercicio del voto? ¿Qué juez más superior, qué juez más consciente y más sincero puede haber en este caso que la propia mujer para defender la integridad y la paz de su hogar, el porvenir de sus hijos? ¿O acaso los señores diputados creen que es una parábola que se rompe la unidad de muchos hogares, se deshacen los vínculos matrimoniales y los hijos quedan viviendo una eterna tragedia, o aún, la tragedia de que se discuta si tuvo razón el padre o la madre, al lanzarlos a ese conflicto? ¿Quién puede ser juez más superior que la propia mujer que conoce mejor su carácter y la sensibilidad de su compañero? ¿Quién tiene más obligación y más derecho a resguardar eso? ¿qué derecho tenemos nosotros a imponer una ley que pueda poner en peligro esa paz y esa tranquilidad?”.
El pensamiento del diputado Pastor resultaba de una inconmensurable oscuridad… para las mujeres.
Pero el proyecto de ley salió, a pesar de los intentos de los OPOSITORES, que frenaban todo proyecto del gobierno peronista con argumentos tan tilingos como los del diputado Pastor o los de la Unión Cívica Radical para frenar y obstruir leyes realmente PROGRESISTAS. No cambiaron nunca.
Esta ley lleva el número 13010 aunque, por justicia, si a la ley que otorgó derechos políticos a los hombres (Nº 8871) se la llama “ley Sáenz Peña”, a esta, en un verdadero homenaje por el día de lucha que representa el 8 de marzo, debería haber sido llamada LEY EVA DUARTE.

Discurso del diputado Pastor citado del libro de Estela Dos Santos: Las Mujeres Peronistas.

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