domingo, 15 de noviembre de 2009

CARRIÓ DIXIT: "LA IMAGEN DA VOTOS CUANDO NO HAY POLITICA"

LA METAMORFOSIS DE CARRIÓ(QUE QUIERE DECIR:META MORFAR Y MORFAR Y MORFAR)



El palier del departamento se asemeja al del consultorio de una vidente. Un cuadro de la Virgen Desatanudos y unas medallitas colgadas forman un pequeño altar. La puerta se abre. Sentada en un sillón blanco, Elisa Carrió mira los edificios a través del ventanal que da a la avenida Santa Fe. Tiene los ojos húmedos y en sus manos se enrosca y desenrosca un rosario nacarado. El silencio se hace más profundo en el inmenso living. Y cuando todo indica que comenzará a hablar de uno de sus temas preferidos, el misticismo, su rostro se trastoca y parece transformarse en un huracán.
De repente, la persona que llora al hablar de religión o de su familia, grita y putea opinando sobre el poder, los banqueros y algunos políticos. Destila ira sobre los lavadores de dinero y sus presuntos cómplices, contra quienes desató una batalla mediática en las últimas semanas. A lo largo de dos horas, su rostro muta un sinnúmero de veces. A una cara le presta las palabras de la Biblia y de San Pablo, a la otra le hace recitar a Giovanni Sartori, Jean Paul Sartre, Norberto Bobbio o Sören Kierkegaard. Lilita -como la llaman- parece dispuesta a unir, por lo menos en lo intelectual, el agua y el aceite.
Casi con la misma devoción con que habla de Dios, Carrió pondera a Hipólito Yrigoyen y Leandro N. Alem. Y aunque sólo deja de juguetear con su rosario para golpearse el pecho y afirmar que es radical, muestra su desprecio por el gobierno de Fernando de la Rúa y, sin temor a la opinión de sus correligionarios, dice amar al peronismo como movimiento popular. Pero no son las únicas paradojas: pese a sobreactuar el descuido de su imagen física, hoy es la política que goza de mejor recepción en la opinión pública. Todo eso en un momento en el cual muchos creen que el parecer es más importante que el ser. Ella lo sabe, y hace de esa contracultura una herramienta.

En su juventud, usted ganó un concurso de belleza. ¿Es muy distinto el trabajo que hay que hacer para triunfar en una elección que en un concurso de belleza?

Yo era linda porque era linda y delgada. Pero en ese momento en que yo era tan linda, también se me murieron mis seis íntimos amigos y mi novio. Todos me decían "si sos linda e inteligente, ¿qué te puede faltar?". Y a mí me faltaba la vida. Desde muy chica supe que la belleza estaba adentro y no afuera, ésa es la única que tiene que cultivarse. Por eso yo me río cuando me dicen que no me cuido; es cierto que soy descuidada, pero si uno se cuida el alma no tiene ningún problema.

¿Nunca le preocupó su estética?

No, le preocupó a los demás. Porque yo me convertí en un ser distinto del que era. ¿Está? De pesar 55 kilos a los 35 años, tengo este peso. En realidad el horror es de mi madre, que es muy elegante y muy cheta.

Pero, teniendo en cuenta que los políticos de hoy rinden culto a la imagen, ¿cómo hace?

Debo ser la persona de mayor imagen pública del país y nunca me he peinado. En realidad es una lucha cultural, donde yo he sobreactuado porque la otra cultura es la de la discriminación. Entonces digo: "Sí, soy gorda, periférica, provinciana, marginal". He sobreactuado los atributos que suponen la discriminación, y los he puesto en el lugar de la autoridad: "Sí, soy, ¿y qué?". Y muchísima gente en este país se siente identificada conmigo. Yo llego así a la televisión, como me ves, porque trabajo, porque estoy trabajando de diputada, y así llego a la televisión... Se imaginan que no me voy a bancar media hora en la peluquería... Me muero.

Sin embargo, lo primero que contrata un político con aspiraciones es un asesor de imagen...

Eso da votos cuando no hay política. Rinde en un país donde no hay hechos ni luchas por los principios, ni mística ni actos heroicos. Los asesores de imagen quieren transformar a las personas, y ahí es donde aparecen las malas experiencias, como Bordón o Fernández Meijide. Construyen imágenes y se caen, porque son cáscaras electorales, entonces se hacen trizas en muy poco tiempo. Es muy difícil cambiar el poder cuando una persona llega sólo por su imagen, porque no es lo mismo que tener liderazgo, que es una relación mucho más fuerte con el pueblo, de interpretación de su sentir. No se tiene autoridad porque se sea presidente; la autoridad surge de un liderazgo, de principios y de conducción, y eso es independiente del cargo formal que uno tenga.

¿De la Rúa tiene autoridad?

No, no tiene autoridad. Es presidente pero no tiene autoridad.

¿Menem la tenía?

Sí, en su estilo . Tenía una autoridad basada en el rostro más oscuro de los argentinos. Menem es profundamente argentino, con la transgresión del macho, sin moral. Era cruel, dictaba las medidas y la gente decía: "Cómo ejerce el poder". Y los analistas políticos liberales de la Capital se fascinaban de igual manera que con el macho cruel. Además es un pretotémico, es premoral, lo dice la misma Zulema Yoma. No es inmoral, no puede serlo, porque no tiene moral.

¿Usted cree que se abandonaron los proyectos colectivos por los individuales?

La sociedad tiene un proyecto colectivo, pero la dirigencia no lo puede encarnar. Ese proyecto se va a manifestar en muy poco tiempo. La Alianza fue un proyecto colectivo, y fue traicionado. Se ganó la batalla en la conciencia colectiva pero no en el poder.

"El problema de Lilita es que no hay teléfono que la mande", asegura un amigo que la cree una cruzada principista. Sus enemigos, en cambio, mascullan: "La Gorda está loca. No entiende nada de real politik". Lo cierto es que Lilita -como ahora la llama la sociedad- es tan ingobernable para el poder como popular en las encuestas. La diputada dice que esa libertad a ultranza es una herencia genética del padre, un bohemio radical que pasó su vida gastando la plata que habían ahorrado sus ancestros. Era capaz de ir a tomar un café y tardar cinco días en volver (también con las locas que lo esperaban en la casa... Nota mía). Hasta que Coco marcó su impronta, los Carrió eran "una familia bien" del Chaco.
En contraste, Elisa fue una madre clerical, ordenada y severa. Durante años fue una anónima empleada pública. Pero recientemente los diarios le dedicaron tinta y espacio cuando renunció a su cargo de secretaria de Planificación y Evaluación de Resultados del Chaco como consecuencia del conflicto que su hija mantiene con el gobernador Ángel Rozas.
Diferencias éticas y de principios la separan hoy del mandatario. Rozas y Carrió habían sido los primeros dirigentes radicales en diseñar la alianza con el Frepaso. La implementaron en su provincia y fue el botón de muestra a nivel nacional. Desde entonces, la diputada le puso el cuerpo a la Alianza. Recorrió el país haciendo campaña por la fórmula De la Rúa-Álvarez. Pero una vez que De la Rúa llegó al gobierno, se convirtió en la primera oficialista rebelde. Casi, casi, más opositora que los opositores: se enfrentó al impuestazo, a la rebaja salarial de los empleados públicos y a la Ley del Arrepentido. Fue una de las pocas voces radicales que denostaron en público el procedimiento de aprobación de la Reforma Laboral en el Senado. Acusó al Presidente de hacer "familismo" y a la coalición de haberse "oligarquizado". Ya hace un año sentenció: "Gobernamos para los ricos".

¿Por qué es tan fácil para el poder cooptar dirigentes?

Por miles de razones. Creo que una de las principales, donde se quiebra la dirigencia, es el financiamiento. Porque obliga a un quiebre personal con los empresarios, con los "fondos", con las estructuras de violación de la ley. Montan aparatos para llegar y cuando alcanzan el poder, perdieron todos los principios. Creo que hay que prohibir la contribución empresaria y sancionar una buena ley de financiamiento público. Estamos bajo la influencia del capitalismo de consumo. Cuando se empiezan a consumir los valores, nada existe. Lo primero que deja de existir son los principios y la gente empieza a ponerse precio a sí misma.

¿No se puede o no se quiere enfrentar a ese poder que consume principios?

Es una opción ética. Hay que vencer el miedo. Mucha gente quiere luchar contra la pobreza: lo que no se bancan es enfrentarse a los poderosos. La única manera de dar de comer a los pobres es develar la miseria de los poderosos. Lo que pasa es que hay un aparato que se monta como algo invencible. Pero es una construcción simbólica inventada por los neoconservadores que se llama pensamiento único. Lo describe muy bien Norberto Bobbio. ¿Cómo deconstruís un aparato simbólico? Con una lucha cultural. Cada lucha que di en el Congreso fue por una cuestión cultural, como en el caso Trovato. Yo instalé lo que se llamó "la cultura menemista", el aparato simbólico donde se apoyó el gobierno de Menem.

¿Y cuál es la cultura aliancista?

Una cultura no se desmonta por un cambio de gobierno sino por una lucha cultural genuina, que nosostros no estamos dando. Acá se hizo una cuestión estética de la transparencia, que en el fondo es una continuidad de la misma cultura. Es la estética de la ostentación desembozada o la estética de la austeridad medio burguesa, pero siempre es una apariencia. Desde el momento en que Darío Lopérfido es secretario de Cultura está todo definido. Un país que quiere dar la lucha cultural al menemismo no puede poner a un chico que no tiene la escuela secundaria completa.

Dice que el gobierno traicionó un proyecto colectivo y que no quiere dar una verdadera lucha cultural. ¿Por qué se queda en la Alianza?

Yo no estoy en la Alianza, yo soy radical.

¿Qué es ser radical? Usted no parece tener mucho en común con correligionarios como López Murphy o De Santibañes

Soy radical por las causas fundacionales de mi partido. Creo en las luchas contra el régimen, aunque el régimen sea el de mi partido. Creo en lo que decía Yrigoyen, que a veces hay que rearmar la voluntad popular. Lo único imperdonable es traicionar la voluntad de los pueblos. Por eso no hay nada mejor que un buen peronista que ame a Eva o un buen socialista que ame a Alfredo Palacios. Creo que en los partidos populares de la Argentina no hay mayores diferencias si uno busca las causas de sus orígenes. Así que soy profundamente transversal en lo político. Hay que caminar juntos hasta que se dé un proceso de síntesis cultural de los distintos movimientos históricos. Pero nadie reniega de sus orígenes, por eso voy a ser radical toda la vida, aunque esté en la Agrupación para una República de Iguales, con socialistas y peronistas que postulamos aniquilar el Estado mafioso, refundar la República y distribuir el ingreso.

¿Por qué usted está más legitimada fuera que dentro de su partido?

No es fácil para un partido bancarse una mujer con liderazgo. Es demasiado difícil para ellos, y yo los entiendo. Ellos jugaron a que yo era invisible. Pero un día dije: "Soy visible. Voy a ser candidata por Capital". Entonces tuvieron que reconocer que existo.

¿Y ahora que existe va a ser candidata?

Es muy difícil. Y si lo soy, lo seré por la Agrupación para una República de Iguales. Tengo problemas éticos que no se superan fácilmente. Aunque resido en Capital con mis hijos desde que me separé, no quisiera que nadie de mi provincia sienta que lo abandono.

También puede ser candidata por el Chaco.

No voy a hacer concesiones. A mí no me cambia la vida ser diputada o senadora. La verdad es que la escalera no me fascina.

¿Teme que le pase lo de Fernández Meijide, y todo sea apenas un romance electoral?

A mí nadie me llevó al Cielo. No soy una construcción mediática, soy mediática. Mi relación con la sociedad fue subterránea y persistente. ¿Cómo puede ser que tenga el 54 por ciento de imagen positiva en Buenos Aires sin ser nunca titular de un diario nacional hasta hace dos semanas?

Así como en la vida, la carrera política de Carrió fue vertiginosa. Lilita se casó a los 15, fue madre por primera vez a los 16, se separó a los 18, se recibió de abogada a los 20, llegó al Poder Judicial a los 21 y a los 26 fue nombrada titular de cátedra en la carrera de Ciencias Políticas. Hasta hace siete años, cuando dio su primer paso en la política, era una ilustre desconocida a nivel nacional. Ahora encabeza las encuestas.
Si hoy se realizaran las elecciones para senadores, según un estudio de Enrique Zuleta Puceiro, Carrió vencería con el 31,6 por ciento. Duplica en intención de voto a Chacho Álvarez, triplica a Rodolfo Terragno y cuatriplica a Domingo Cavallo. Pero no sólo eso: ese mismo estudio dice que si hoy se eligiera presidente, también dejaría en el camino a Carlos Ruckauf, José Manuel de la Sota, Carlos Reutemann y al mismísimo Fernando de la Rúa. No sería la primera vez que Lilita supera al mandatario radical. En los últimos comicios encabezó en el Chaco la lista de diputados de la Alianza y ganó con el 58,63 por ciento, cuatro puntos más de lo que sacó el candidato a presidente.

¿Cómo hace un dirigente para mantener los pies sobre la Tierra cuando su popularidad sube al Cielo?

La oración, la oración, la oración. Te lleva a tomar conciencia de que uno sólo puede ser un instrumento pasajero. Y hablo de la oración, no del ritual. La oración es el camino a la interioridad más profunda del hombre, y en esa interioridad está Dios.

A veces el paraguas de Dios parece demasiado generoso: lo invocan personas tan distintas como Videla, Menem, usted...

Una cosa es la apelación y otro el testimonio. No es creyente el que dice que cree en Dios, sino el que le da de comer a los pobres, el que asila al forastero, el que lucha por la justicia y se banca la persecución. Yo soy del Jesucristo de los pobres, las prostitutas y los pecadores. ¿Está? Es el único Evangelio que tiene sentido.

¿No puede ser peligroso mezclar el discurso religioso con el político?

Lo que es peligroso es el fanatismo, del político ateo o del político religioso. El fanatismo en religión es antirreligioso. Pero cada persona es una sola, no puede escindirse, no hay dos campos. No creo en la religión en el campo privado, como una cuestión de la intimidad. Yo debo testimoniar determinadas cosas, lo que no puedo hacer es imponerles a otros mi religión, obligarlos a creer.

¿Cómo se acercó a Dios?

Yo era agnóstica, tenía una visión muy sartreana de la vida, muy de que cada uno construye su propia existencia. Los dramas personales me produjeron una conmoción muy fuerte y ahora tengo una visión como de signos. Cuando murió mi hermano yo ya no podía caminar más y, de repente, Dios me levantó y me llevó.

El tema de la muerte sobrevuela toda la vida de Carrió. Cada hito de su historia parece estar ligado emocionalmente a un acontecimiento trágico. Ya habló -y se conmovió hasta las lágrimas- de la pérdida de un novio y seis amigos. También de la de su hermano. Ella misma coqueteó con la muerte tras un ataque de epilepsia: la internaron en estado de coma en la terapia intensiva del Hospital Italiano. "Muchas veces no entendí la muerte -dice-, hoy sé que es un tránsito. Mucho tiempo pensé que era el abandono perpetuo. A veces tenía miedo de querer, por si moría el otro. Pero ya pasó."
Ahora, hablará de la pérdida de su padre para explicar su llegada a la política. Soslaya, tal vez, un acontecimiento fulgurante en su carrera pública: su oposición desde una banca de la Convención Constituyente de 1994 al Pacto de Olivos, firmado por Menem y Alfonsín, el dirigente radical que más ama. Fue su primera rebeldía partidaria y también su trampolín.

¿Cómo se acercó a la política?

De casualidad. Siempre pensé que la política me había robado a mi padre. Él amaba profundamente al radicalismo de Alem e Yrigoyen, que podría emparentarse con otra fuerza moral de la República, el socialismo. Por mi casa vi pasar a Frondizi y Balbín; Alfonsín estuvo en mi casamiento. Pero hasta la Convención Constituyente, yo trabajaba en la carrera de Ciencias Políticas, una docente que miraba la política como espectadora, no militaba. Como era una profesora de Derecho Constitucional muy respetada en mi provincia salió lo de la Constituyente, en el 94. Pensé que iba tres meses y me volvía a casa. Pero cuando regresé a Chaco, se hizo una encuesta de imagen, salí primera y distintos sectores de la interna empezaron a presionar. Me resistí mucho, pero mi padre se enfermó de cáncer y murió. Finalmente me convencieron mi mamá y mi hermano, diciéndome que ése era el sueño de mi papá. Con todo ese cuento terminé donde estoy. Tardé mucho en elaborar ese proceso y saber para qué estaba, porque mi vida había sido el aula.

¿Y para qué está?

Lo entendí hace un año. Me parece que la gente me fue poniendo en distintos lugares. Empecé como diputada, haciendo lo que sabía. Como mi especialidad era el Derecho Constitucional, estuve en la Comisión de Juicio Político, la de Asuntos Constitucionales, y ahí me fui metiendo en los temas de lucha contra la corrupción. Pero siempre pensé que en cuatro años me volvía a mi casa. Ahí se generó lo que se llama presión del otro lado, donde vos ya no podés disponer mucho de vos mismo porque si no el otro entiende que lo abandonás.

Pasó de ser profesora a política de nivel nacional, ¿cambió su visión del escenario?

Absolutamente. Como académica era una espectadora de la política, hacía análisis de procesos a la distancia. En cambio, la política como práctica me trajo enormes conmociones personales. Me costó mucho adaptarme al ambiente, al trato, a los climas.

¿Cómo son esos climas?

De mucho conflicto interno. A mí las conversaciones acerca de estrategias electorales y políticas me aburren enormemente. A mí me gusta decir: "Peleemos por esto, peleemos por la causa Trovato, la causa Alderete". Me gustan las causas, no si fulano va de esto o de lo otro. No es que no tenga ambiciones, pero si me llega, me llega...

¿Cómo se imagina como presidente, si le llega?

Como soy ahora. Suprimiría muchísimas cosas, como el protocolo.

¿Qué le hubiera dicho a Eduardo Escassany cuando le aconsejó al presidente sostener a Pedro Pou al frente del Banco Central?

Yo no lo hubiera recibido y menos en Olivos. En todo caso, lo tendría que recibir en la Presidencia.

Pero ser presidente implica consensuar...

Sí, pero hay que recibirlos en público. No en la intimidad. ¿De la Rúa recibe a Moyano?

Usted le echa la culpa a la política de haberle robado a su padre, ¿no teme que sus hijos le hagan el mismo reproche?

Seguramente sí. Pero yo después amé a mi padre como a nadie. El amor salva todo. Uno tiene derecho a testimoniar la vida como cree: eso en mi familia está permitido, cada uno debe hacer lo que quiere y el otro debe bancar lo que el otro quiere.

¿Y Elisa Carrió qué quiere?

No sé. Hay días en que estoy obsesionada en demostrar quién se robó el país. Pero, la verdad, mi sueño era vivir en una casa frente al mar, ser profesora de Instrucción Cívica en un pueblo y ahí conocer a Dios. Ahora estoy en esto y me fascina lo que hago. Dios sabrá por qué lo hace. Mi destino debe estar en la política. Asumiré la responsabilidad que me mande la sociedad, qué sé yo, diez años más, y después veré. No soy ese hombre político que va a estar en esto a los 80 años.
FUENTE Medio: Revista 3 puntos 22/02/01

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