viernes, 23 de marzo de 2012

24 de marzo de 1976: las dimensiones del genocidio


En marzo de 1976 el grupo de civiles y militares que asaltó el gobierno argentino y se hizo cargo del poder, impulsó un genocidio en varios planos: en la economía, en lo social… desvirtuando el sentido patriótico con la recuperación de las Islas Malvinas.

La dictadura se caracterizó por el secuestro y tortura de miles de ciudadanos comprometidos con la realidad del país, el robo de bebés y la aplicación de la “solución final” -al mejor estilo de la Alemania nazi, como reflotan algunos mercenarios de la pluma en estos días- en la que las víctimas aparecían muertas en supuestos atentados o eran tiradas vivas al Río de la Plata o mar adentro, en tanto que la prensa “independiente” (Clarín, La Nación) “pintaba” realidad del mismo color que el “proceso” le indicaba. También sectores de la iglesia católica miraban para otro lado…

Los juicios que se empezaron a realizar desde 2003 dieron el marco para el inicio de la reconstrucción de la Memoria.

Pero 1976 no sólo hace referencia a la desaparición y muerte de miles de compañeros, es también el inicio de un proceso que profundizó la dependencia económica, destruyó el aparato productivo nacional sumiéndonos en la más profunda desnacionalización de nuestra economía y puesta al servicio de los intereses del capital internacional de que se tenga memoria. Y en 1982 produjo también el genocidio de miles de soldados enviados a Malvinas por un borracho soberbio que pensó que, con esa maniobra, el “proceso” recuperaría adhesiones. El mismo sector militar embanderado en una causa patriótica era el que seis años atrás había colaborado en el golpe en defensa de intereses extranjeros…

Analizaremos brevemente una de esas dimensiones.

El genocidio económico

La profunda represión de los militares es directamente proporcional a la necesidad del poder económico de imponer un plan sistemático de destrucción del aparato productivo de matriz nacional, para introducir al capital extranjero necesitado como estaba de acumulación.

La dictadura instalada en 1976 vino a dar cumplimiento a lo que desde hacía más de una década se intentaba: desde la caída de Perón, en 1955, el capital internacional tentaba por ingresar. Había tratado con Krieger Vasena, pero pudo hacer pie recién con Martínez de Hoz (más tarde lo continuarían Menem-Cavallo).

El objetivo fue la desnacionalización de nuestra economía, la destrucción total y absoluta del aparato productivo para dejarnos indefensos y dependientes frente al avance de la voracidad del capital internacional.

En ese contexto se explica la represión sistemática y organizada de las Fuerzas Armadas, la mano necesaria para poder aplicar el plan económico tan genocida como el de desaparición de personas. Los planes de “ajuste” sólo se pueden aplicar con planes de represión.

Cuando Martínez de Hoz se hizo cargo del Ministerio de Economía tenía un plan económico perfectamente establecido. Aquel 2 de abril de 1976, en su discurso de asunción, quedó en claro que no improvisaba nada, ya tenía todo claramente delimitado.

La presencia de trabajadores organizados representaba un obstáculo a eliminar. Las primeras en desaparecer fueron las comisiones internas de las grandes fábricas. Para proceder a la identificación de sus integrantes los militares contaron con la anuencia y la complicidad de la parte patronal, de grandes empresas como Ford, Mercedes Benz, Acindar, General Motors, entre otras. A cambio, los empresarios recibían seguridades: el ministro de Economía eliminó la prohibición de despedir mujeres embarazadas, bajó el porcentaje de aporte patronal y permitió que los trabajadores ingresaran teniendo ya firmada la renuncia anticipadamente. Había que “disciplinar” al trabajador, se venían tiempos durísimos.

Cuando asumió Martínez la inflación estaba en ascenso y se vivía una creciente recesión. La respuesta del nuevo ministro para combatir esta situación fue congelar los salarios de los trabajadores por tres meses. Esto equivalía a una caída del salario real del 40%. Pero además, Martínez de Hoz eliminó la protección industrial y abrió el mercado a los productos extranjeros (en este punto sería conveniente ver a la película “Plata Dulce” que refleja claramente esta época).

Proliferaron financieras, se liberó la tasa de interés y los controles (¡ah, los liberales siempre enemigos de todo tipo de control que les reduzcan las ganancias… aunque en ello pierda el país!). La fiebre especulativa llevó a lo que se conoce como la “bicicleta financiera”: las financieras competían por ver quién ofrecía tasas más altas y mucha gente retiró el dinero del circuito productivo para colocarlo en el circuito financiero, meramente especulativo. Cuando bancos y financieras no pudieron responder por las tasas que habían prometido, se produjeron quiebras y la desaparición de aquellas financieras que habían proliferado como honguitos después de la lluvia.

La apertura económica, al eliminar la protección a la industria local, permitió la entrada de productos que competían de forma muy desigual con los que reproducían en nuestro país. El “made in Hong Kong” se impuso sobre la “industria argentina”. Cayó la producción, creció la desocupación y el cierre de fábricas. La protesta era sistemáticamente reprimida…

En la época conocida como de “la plata dulce”, la apertura comercial y la sobrevaluación del peso provocó la demanda de todo lo importado y de que muchos planificaran sus viajes al exterior –en particular a Miami donde los argentinos eran conocidos como los “Give me 2” (deme 2)-. Épocas de ir de viaje y comprar 2 de todo lo que después, cuando volvían a Argentina, era vendido a buen precio ¡Si hasta se pagaban el pasaje con la diferencia que obtenían!

Los empresarios que entraron en la variante se endeudaron desmesuradamente pidiendo créditos para inversiones productivas, pero muchos se tentaron tomando créditos externos baratos, ese dinero luego lo ponían en financieras a tasas más altas… desvirtuando el circuito productivo. Las ganancias las remitían al exterior, así que la fuga de capitales (sin control por parte del Estado, cómplice del vaciamiento de la economía nacional) provocaba una situación de disolución de nuestra economía.

Los sectores beneficiados fueron inversamente proporcionales al perjuicio que provocaron al Estado argentino. Cuando la deuda privada los ahogó recurrieron al Estado que nacionalizó la deuda externa privada de muchas empresas. Lo paradójico es que esos mismos empresarios que tanto criticaron y repudiaron la intervención del Estado se beneficiaron con la nacionalización de sus deudas que terminamos pagando todos. Las principales empresas beneficiadas que salieron del endeudamiento fueron: autopistas Urbanas, Celulosa Argentina, Acindar, Austral, Alpargatas, Bridas, Papel Tucumán, Siderca, Sevel, IBM, Mercedes Benz, Esso, Fiat, Ford, Pirelli, Loma Negra, entidades bancarias como Citibank, de Italia, Río, Londres, Galicia, Tornquist, Quilmes, Francés...

Los sectores perjudicados fueron específicamente los trabajadores, la pequeña y mediana empresa de capital nacional. Se hipotecó el futuro de muchas generaciones de argentinos y argentinas en tanto que aquellos que se opusieron a este plan sistemático de destrucción del aparato productivo nacional, aquellos que se levantaron para oponerse al proyecto de país empequeñecido y dependiente, aquellos que tuvieron la clara visión del futuro que se avecinaba, esos son los desaparecidos.

A esos les dedicamos este poema de Bertolt Brecht:

Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles” COMPAÑEROS: ¡Presentes!