domingo, 17 de julio de 2011

A TRES AÑOS DEL VOTO NO-POSITIVO


volvemos a escuchar la "justificación" de su voto no-positivo, la duda en las inflexiones de su voz, la ansiedad, la demostración de la conciencia de su felonía al tomarse con la mano sobre la frente por la traición que quedaba expuesta a la vista de los que se hallaban en el recinto y de los miles y miles que lo seguían por otros medios.
La claudicación ante el poder económico. El adios a los principios éticos que habrían hecho de su conducta una renuncia antes que desdecirse de las promesas de la campaña que lo llevaron -gracias a la figura de Cristina Fernández- a ocupar ese sitio de honor.
Así pasó, sin pena ni gloria, ocupando el espacio reservado a los pusilánimes, aquél oscuro personaje que laboró en las sombras y a las sombras quedó condenado, pero que se sintió dios por un minuto manipulado por el poder del establishment.

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