-Sería un maestro bárbaro-comenta mi mujer que es docente desde hace más de veinte años.
Y es cierto.
Uno lo ve a Diego, cuidándolos uno a uno, con una envidiable capacidad motivadora, acompañando y exigiendo. Cuando ellos hablan, se refieren a todos. Han comprendido, Diego les ha enseñado que el fútbol es un juego de equipo,que la gloria verdadera es más importante que el dinero.
Los muchachos lo aprenderán para el mundial, pero sin duda, para sus propias vidas.
La mayoría, jugadores consagrados, hablan de él en todo momento.
Cuando para una pelota desde el banco, o se cansa de meter zurdazos al ángulo, lo miran deslumbrados.
A pesar de moralistas baratos, que creían que alguien que había entrado en las drogas, no podría dirigir a nadie, Diego tiene autoridad.
Como los buenos maestros, las huellas imborrables van quedando como tatuajes.
Al principio, todos criticaban. Es lógico, la mayoría de las personas no son docentes.
No pueden imaginar que lleva tiempo formar un grupo, conocerlos y descubrirlos.
No es lo mismo juntarse de vez en cuando, que convivir todos los días.
Por eso el maestro, pedía a gritos eso:
Poder estar con los jugadores un tiempo. Sabía lo que iba a hacer.
Arma su equipo técnico, no con entrenadores prestigiosos, sino con las personas en las que confía.Los que lo han ayudado en las malas.
Los que pase lo que pase, seguirán estando con él.
Y esa, es la mejor forma de elegir.
Deja en el camino a Riquelme, jugador conflictivo,amargado y problemático, frente a los buscadores de eficacia a cualquier costo que no dejan de decirle que está loco.
Empieza creer en todos sus jugadores elegidos. Todos son titulares.
y uno lo cree, pero por las dudas pone en el último partido un equipo de suplentes.
Pero el maestro ve también otras cosas.
A Messi, al gran cuestionado por no brillar en la selección como en el Barcelona, lo mima, le habla,dale que vos podés, dale que sos el mejor. Lo nombra capitán.
Y el pibe empieza con sus gambetas, su magia que sólo por la mala suerte, todavía no se transforma en goles.
A Tévez,simplemente lo pone.
Siempre hay algún alumno en un grupo, que pesca las cosas al vuelo, porque la vida se encargó de madurarlo de antemano.
Sostiene desde el primer partido a Verón, que es silbado cada vez que toca una pelota, hasta que la bruja termina tomando por prepotencia de talento el lugar de uno de los mejores jugadores, con jerarquía de elegido.
También ve a Palermo.
Sabe que la inteligencia también es intuición.
Le ha dado tantas alegrías a su Boca querido, que el maestro sabe, que su retiro será glorioso, que el gran goleador quedará en la historia de los mundiales.
El maestro conoce lo que es retirarse, y prepara para sus jugadores más veteranos, la mejor forma de irse, que es quedando en la memoria popular a través de un mundial,sin decadencia.
Diego ha caído tantas veces en su vida, que tiene suficientes argumentos para convercerlos a sus jugadores que el éxito y el fracaso tal vez sean la misma cosa.
A esta altura, no importa si se gana o se pierde.
Si se gana, todos subidos al carro de la victoria.
Si se pierde, los mediocres de siempre repartirán las culpas.
Pero los muchachos están a salvo.
Saben, que pase lo que pase ya son hombres nuevos,
porque por sus vidas pasó alguien que supo sacar de ellos lo mejor de sí mismos.
Y eso es lo que suelen hacer los buenos maestros.
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