viernes, 26 de marzo de 2010

LA PRESIDENTA SEXY. Y AL QUE NO LE GUSTE: SE JODE! SE JODE!.


Me parece un análisis acertado. Es una mirada desestructurada, ¡Basta de estereotipos! ¡basta de comparaciones! ¿es necesario el "trajecito sastre" y las actitudes maternales para gobernar? No sean fascistas los que piensan que hay que encorcetar la figura, las formas que "debe guardar" Cristina en su rol de Presidenta.
Cristina ES y punto. Creo que la odian justamente (los que la odian) porque se anima a SER desde otro lugar que no es el que marcan las pautas sociales ¿y quién puso esas pautas? los mismos que la critican!
¿Por qué no las puede interpretar a su manera aunque las contraríe? ¿Quién dice que no se puede?.
Hay que animarse, y ella se anima. Y eso es lo que no le perdonan aquellos obstinados en mantener el orden conservador en el cual el "de abajo" debe seguir abajo, y la mujer debe ser y hacer (¡y parecer!) según ciertos cánones.
Esto, lo que dice Volnovich, es lo que yo admiro, entre otras cosas, de MI PRESIDENTA. Y AL QUE NO LE GUSTE: SE JODE! SE JODE!


El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos.
Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza.
ARTURO JAURETCHE

LA PRESIDENTA SEXY
UNA INTERPRETACIÓN PSICOANALÍTICA DEL ODIO.
Por Juan Carlos Volnovich, Psicoanalista
En el momento de jurar como Presidenta de los argentinos, Cristina anticipó que, seguramente, a ella le iba a resultar más trabajosa su función por el hecho de ser mujer.
No pudo avizorar, entonces, hasta qué punto la presidencia iba a convertirse en una misión imposible. No sólo por su condición de mujer. No por victimizarse detrás de una identidad devaluada, sino por ser mujer a su manera.
Mujer sin atenuantes que ejerce sin atenuantes el Poder. Hay en eso algo más que una cuestión de estilo. “Mujer sexy en el máximo poder de la Nación” es un problema de estructura. Y tal pareciera ser que esa característica despierta un plus de odio.
Se vuelve insoportable.
De modo tal que esa ira visceral no se explica sólo como reacción a una política equivocada o respuesta indignada por la desilusión o la defraudación, no se agota en las razones.
Lo insoportable se funda en la evidencia de una mujer sexuada que ejerce el Poder sin disimulo: que no apela a los estereotipos maternales que pudieran dulcificar su gestión.
En ella, ese amor hacia los hijos no se vuelve virtud pública.
Cristina renuncia a una abnegación que bien pudiera aligerarla y, así, toma distancia de
un modelo Bachelet o de un modelo Angela Merkel, tan protectoras, ellas; tan maternales,
tan trajecito sastre, tan antídoto contra la lujuria. Lejos de instalarse en el camino de una reina madre, de una reina virgen, elude ese otro prejuicio patriarcal que supone a las mujeres tontas pero sabias para la intriga y, sobre todo, expertas en el usufructo vicario
del poder masculino
No es una Isabelita, ni tampoco una Evita, gorrión del General, que vive sólo para él y
por él y que, llegado el caso, renuncia a los honores pero no a su puesto de lucha.
Cristina no es una Hillary Clinton frustrada en el momento de dar el gran salto.
Tampoco, una Margaret Thatcher o una Golda Meier virilizadas por la función y administrando el poder de la misma manera que pudiera hacerlo un hombre.
Cristina es una mujer sexualmente atractiva, que tiene hijos y tiene marido.
(No un príncipe consorte ni un padrino protector). Y, además, ejerce el Poder Supremo
de la Nación y no elude, no seduce, no apela a las “malas artes” femeninas, no se refugia detrás de los varones poderosos y, para colmo, levanta el dedo como Lenin. Ella ejerce el poder y nos hace saber en cada momento quién es la que manda mientras genera como respuesta ese interrogante airado de “¿Pero... quién se cree que es?” Y no se trata de una creencia ni de un problema ontológico. Ella no es pero sabe muy bien que está en el ejercicio de la Presidencia de la Nación y... nos lo recuerda.
De modo tal que no son los enemigos los que cuentan. Después de todo ¿qué político no tiene enemigos, adversarios, contrincantes? Pero esa ira irracional que le hace perder la compostura a la gente “bien”, ese exceso de indignación, ese “no me la banco”, “no la soporto”, “la detesto”, viene de otra parte.
Ese plus de odio habita en aquellos que se sienten agraviados, testigos involuntarios de valores mancillados. Son las consecuencias, inevitables, de una estructura patriarcal
resentida en sus cimientos cuando una mujer sexy, no madre, no puta, no macho, nada tonta, se ubica en la punta de una pirámide jerárquica.

1 comentario:

Anónimo dijo...

cumpas el 9 de abril nos concentramos en el obelisco (creo que el acto empieza a eso de las 19 hs) para defender la ley de medios de la democracia. Por favor difundan.

Saludos,
JP